Hace unas semanas recibí el siguiente relato que un pastor tuvo con algunos niños en un parque. El pastor relata que una niña se le acerco y se sentó para contarle acerca de su familia disfuncional: «Hola, mi nombre es Andrea, y tengo 12 años; mi hermana se llama Vivian, y tiene 10 años; y Jorge, mi hermano—aquel gordo allá—tiene 6.
Y tus padres pregunto el pastor? Bueno, todos tenemos papás diferentes. Mi papá está muerto; el papá de Vivian desapareció; y el papá de Jorge nos golpea tanto, de modo que nuestra mamá lo esta divorciando.
“Y donde esta tu madre ahorita?” siguió el pastor. Mi mamá y su nuevo amigo, Andrés, se fueron al cine porque necesitaban tiempo a solas, así que nos compró unas hamburguesas y nos dijo que permaneciéramos en el parque durante dos horas.
Finalmente este pastor le pregunto a la niña: “Y viven aquí cerca?” A lo que la niña replico «Solíamos vivir aquí cerca, pero mi mamá perdió su trabajo y ahora vivimos con mi abuela”. Agregando la niña le pregunto ¿A propósito, cual es su trabajo? «Bueno, yo soy un pastor.»
Después de un largo silencio, la niña preguntó, «Señor Pastor, puede decirme usted algo? He oído los cuentos acerca de Jesús que curaba a las personas, las amaba y abrazaba. ¿Por qué ya no lo hace mas?»
Antes de poder contestar la pregunta la madre se asomó con su “nuevo novio” para buscar a los niños y después de hablar un rato el pastor invito a la madre para que asista a la iglesia donde el pastorea. A esto la madre enfurecida respondió: “A la iglesia? Jamás! La ultima vez que fui a una iglesia todo me miraron tan raros, que seria el ultimo lugar a donde me iría!”
Porque muchas de nuestras iglesias no son atractivas para personas como las de esta familia? Nuestras urbes han llegado a ser “ollas de presión” donde proliferan familias disfuncionales y complejas. Se estima que para el año 2020 un 70% de la población del mundo vivirá en 440 ciudades del mundo. Sin embargo muchas de nuestras iglesias no han llegado a proveer respuestas prácticas y relevantes a las problemáticas del siglo veintiuno.
Como respondemos a familias destruidas, padres abusivos, homosexuales que llegan a nuestras congregaciones, y pastores que viven una doble vida? Como respondemos al problema de las pandillas, la crisis económica y los gobiernos corruptos?
El mundo allá afuera nos pide a gritos que seamos relevantes y con propósito para presentar soluciones a las problemáticas cotidianas. El mundo nos reclama muéstrame tu fe por tus obras y no nuestra fe sin las obras (Santiago 2.18).